16 abr 2008

ES MARÈS


La isla de Menorca posee dos zonas geológicamente distintas: el norte, de pizarra, abrupto, negro, desolador; el sur de piedra arenisca, con playas de arena fina, vivo y amable.

Desde lo mas remoto, el menorquín ha horadado la tierra para extraer de ella la piedra, “es marès “; con la cual construirá su refugio, su templo o sus defensas.

El cantero, de oficio pobre y solitario, escrutaba el suelo para extraer de él, el mejor material, el mejor marès; con escasas y primitivas herramientas y como único recurso para su supervivencia.
En un principio, el marès nos iguala, se construye con el mismo material la casa del rico como la del pobre.
Es el hombre quien pone la diferencia. La piedra es débil y la cubre de un manto blanco de cal, procedente de la fundición de esa misma piedra. Capa tras capa, la piedra escupe la humedad y retrasa la erosión, dando a nuestras casas ese color blanco que caracteriza nuestros pueblos; dándonos carácter de gente abierta, pacifica y receptora.




El rico adorna la piedra, la esculpe, la convierte en ostentosa y la aparta de su humildad. Dibujando barrocas formas en sus fachadas, cubriendo de estuco sus interiores; adorna las iglesias que adoran a un Dios pobre, con las más ricas columnas, las mas difíciles bóvedas y los mas hermosos frescos.
Pero el marès es el mismo, a todos nos refugia por igual.
La Fortaleza emplea este material en sus muros; él, la protegerá del impacto de los proyectiles enemigos. Una piedra tan frágil para tan alta misión.
Los canteros horadaron La Mola por todas partes, eligieron la mejor piedra y levantaron con esmero, con paciencia y sorprendente precisión, unas defensa que llevan hoy incrustada la poesía de la piedra, de nuestro marès.


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